Mientras me preparaba para partir hacia Onlycamp, no solo era mi propio corazón el que cargaba con el peso de la despedida. Mis hijos, también enfrentaban su propia tormenta de emociones. Ellos, al igual que yo, tenían que dejar atrás más que un lugar: estaban diciendo adiós a sus hermanos, amigos, a recuerdos y a una vida que habían conocido y amado. Sebastian, intentaba mantenerse fuerte, pero sus ojos delataban la tristeza que sentía. La noche anterior a nuestra partida, lo vi intercambiando promesas de mantenerse en contacto con sus amigos, sus palabras entrecortadas por la emoción. Jan, mi inquieto aventurero, trataba de ocultar su miedo tras una fachada de entusiasmo. Pero por la noche, cuando pensaba que nadie lo escuchaba, lo oía hablar con su osito de peluche sobre el miedo al cambio, a lo desconocido y a comenzar de nuevo en un lugar extraño. Anita, mi Pocahontas, era un torbellino de emociones. Un minuto estaba excitada por la aventura, y al siguiente, lloraba de no encontrar amigas como los que tenía aquí. La noche antes de partir, la encontré en su habitación con lágrimas corriendo por sus mejillas. El día de la partida, mientras cerraba la puerta de nuestra casa por última vez, miré a mis hijos. Sus rostros reflejaban una mezcla de valentía y vulnerabilidad. Intenté ofrecerles consuelo con una sonrisa, aunque por dentro, sentía una mezcla similar de emociones.
El viaje a Onlycamp estuvo lleno de recuerdos y silencios pensativos. Cada kilómetro que nos alejábamos de Huttopia parecía llevarse un pedazo de nuestro pasado. Pero también nos acercaba a un nuevo comienzo, a nuevas experiencias y desafíos. La llegada a Onlycamp fue abrumadora. Todo era nuevo y desconocido: las calles, las caras, los sonidos. Incluso el aire tenía un aroma diferente. Los niños se aferraban a mí, buscando seguridad en medio de la incertidumbre. El cambio de colegio fue otro desafío. Recuerdo dejar a Jan, en su primer día, sus manos temblorosas en las mías, sus ojos grandes y llenos de preguntas sin respuesta. Mi corazón se apretaba al pensar en los desafíos que enfrentarían: hacer nuevos amigos, adaptarse a nuevos maestros, aprender nuevas reglas. A medida que los días pasaban, cada pequeño logro de mis hijos se sentía como una gran victoria. Una sonrisa, una anécdota feliz al volver del colegio, una nueva amistad en ciernes. Lentamente, comenzamos a tejer nuestra vida en Onlycamp, encontrando pequeños momentos de felicidad en medio del cambio.
La decisión de dejar Huttopia había sido dolorosa, plagada de lágrimas y miedos, pero también nos había enseñado sobre la valentía, la resiliencia y la esperanza. Juntos, como familia, estábamos aprendiendo a abrazar nuestro nuevo hogar, llevando siempre con nosotros los recuerdos y lecciones de nuestro pasado.